El realismo para comunicar al país nuestra circunstancia ante la crisis demanda el sinceramiento del líder mediante una información veraz, y, quizás lo más difícil: advertir que aun así habrá inevitables pérdidas humanas.
Por Carlos Hakansson. 13 abril, 2020.Hace casi quince días, el Primer Ministro británico, Boris Johnson, advirtió que la decisión de parar las fábricas y declarar un estado de confinamiento general sería contraproducente para el Reino Unido, que “los más fuertes” sobrevivirán ante esta nueva amenaza. Para la mentalidad iberoamericana, se trató de un anuncio “políticamente incorrecto”, frío e inhumano, hasta sostener que su carrera como líder conservador ha llegado a su fin; no obstante, a pesar que Johnson también fue internado en la unidad de cuidados intensivos, el carácter flemático inglés ha vuelto relucir, pues, el primer ministro consideró, tácitamente, que también podría formar parte de esas “bajas”.
En tiempos de crisis políticas, económicas, sociales, o sanitarias como la que estamos padeciendo, son momentos donde deben prevalecer los rasgos que distinguen el perfil de todo estadista. No se trata sólo de formas, como aparecer en pantalla, anunciar medidas, contestar preguntas e invocar la obediencia ciudadana; se trata del ejercicio de las virtudes morales de bondad, honradez y sinceridad, sumadas a las habilidades políticas de sagacidad, energía y competencia. Por eso, el realismo para comprender y saber comunicar al país nuestra propia circunstancia ante la crisis, demanda el sinceramiento del líder mediante una información veraz, es decir, si contamos o no con los medios humanos y materiales para afrontarla, la capacidad intelectual y logística para reaccionar a tiempo y, quizá lo más difícil, advertir que aun así habrá inevitables pérdidas humanas.
En 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el Reino Unido se batía con inferioridad numérica y bélica, el discurso inaugural de Winston Churchill como Primer Ministro del Parlamento británico, se recuerda con las siguientes palabras: “diré a la Cámara lo que he dicho a los que componen este Gobierno: sólo puedo ofrecer sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Liderazgo es realismo.